Condenada por droga: “Cuando tragué la primera bolsita dije: ¡oh Dios, ya me voy a morir!”
La interna Leidy Ramírez, de 28 años, exhorta a los jóvenes a aprender a decir que no a ciertas propuestas
La suave brisa que por momentos irrumpe en la cárcel de Najayo-Mujeres, San Cristóbal, “chocaba” la cara de la interna Leidy Ramírez, pero no era suficiente para ayudarla a secar sus lágrimas, mientras contaba la razón que la llevó a tragar 76 bolsitas de cocaína. Estaba consciente de que era un delito y que podía perder la vida; entonces, ¿por qué esta joven de 28 años optó por violar la ley?
“Mira, muchas de estas cosas se hacen más por orgullo que por dinero, porque yo estoy convencida de que si hubiera solicitado la ayuda de mi padre, no estuviera en este problema”, confiesa Ramírez, quien vivió desde pequeña en España, y tras terminar sus estudios secundarios se preparaba para empezar su primer cuatrimestre de medicina.
Ella es una de las 101 mujeres que están recluidas en la cárcel de Najayo por violar la Ley 50-88, sobre drogas y sustancias controladas. En ese penal hay un total de 305 reclusas, la mayoría por tráfico de drogas. El segundo delito más frecuente es el homicidio, por cuya causa hay 100 mujeres tras las rejas, una menos que por droga.
Visualizándose en el tiempo, la joven, oriunda de Villa Altagracia, pensó que a sus 28 años tendría una familia, estaría tranquila y concentrada en sus estudios, pero jamás cumpliendo una condena de cinco años de reclusión.
“Tú sabes que estudiar allí en España es muy duro, y si no tienes estabilidad económica es muy complicado y más estudiar medicina, entonces la propuesta vino por ahí”, indicó. Los 10 mil euros que le ofrecieron por el trabajo, dice, eran para estudiar y continuar su proyección.
Ante la pregunta de quién le hizo la propuesta y qué pensó en ese momento, responde: “Que cómo yo iba hacer eso, y él me dijo pues vamos a hacer una prueba, yo le dije bueno venga. Fue un amigo de un amigo mío que conocí en un bar quien me lo propuso, no llevábamos ni seis meses tratándonos”, responde. Tras aceptar el reto le dieron a tragar unos trocitos de zanahoria. “Yo me los trague, y me dijeron que sí, que yo valía para eso”, agregó.
No vivía mal
Ramírez dijo pertenecer a una familia de clase media, que llegó a España por reagrupación familiar, aunque en el momento de tomar la decisión de llevar droga a España, su padre no se encontraba en el país, pero tiene alrededor de 25 años viviendo allá. “Yo no puedo decir que vivíamos mal, fui yo que me quise independizar un poco”, aclara. Además de las bolsas en el estómago llevaba seis en la vagina, para un total de 82.
El pacto se realizó en España, viajó a República Dominicana y luego de un mes de haber llegado, “la persona” que le entregaría las sustancias la contactó. “En el momento en que me tragué la primera bolsita dije: ¡oh Dios mío ya me voy a morir! Ya de esta no salgo, ¿qué he hecho?, pero había que seguir porque como comprenderás, a uno no lo ponen solo a eso, yo estaba con una persona armada al lado. Uno piensa en las probabilidades, si les digo que continúo salgo bien y si les digo que no, ¿qué puede hacer esa persona armada?”, se pregunta. Aunque le querían pagar por adelantado, ella prefirió que no, porque los gastaría.
Ese 2 de diciembre de 2010, cuando las autoridades la apresaron lo primero que pensó fue: “hay Dios mío, se me derrumbo el mundo”. El recuerdo la hace derramarse en llanto, se detiene, se seca las lágrimas con una servilleta de la cafetería y continúa diciendo: “Es muy duro de verdad. Si no hubiese sido por mi familia yo no sé cómo hubiese sido mi vida aquí, mi padre ha estado ahí conmigo, no me ha desamparado”.
Lo peor para ella fue el momento en que le informaron que llamarían a su familia. “Yo tenía mucho miedo, pedí que no llamen a mi familia porque me iban a matar, imagínate”.
En sus dos años y cinco meses de pena cumplida ha tratado de sacarle provecho a la prisión haciendo todo los cursos que le ofrecen. Aunque en el penal hay facilidades para estudiar, no se dieron las condiciones para que pudiera obtener sus papeles, por lo que tuvo que repetir el cuarto de la secundaria. Dice tener su diploma y que ingresará a la universidad.
“Cometí un error, pero hay que levantarse, hay que echar para adelante, hay que seguir”, reflexiona. Lamenta haberse perdido eventos importantes como la boda de su hermana.
En completa calma pero con seguridad exhorta a los jóvenes a que aprendan a decir que no, a evaluar qué es lo positivo, qué es lo negativo, a tomar una buena decisión, porque actualmente la juventud quiere lanzarse a todo y no sabe decir que no. “Mi grave error fue aceptar, y que me hicieran esa prueba; hay que aprender a decir que no, y nos podremos zafar de malas experiencias”, dice con firmeza.
Ganaba RD$100 mil mensualmente
Otro caso lamentable es el de María Hernández (nombre ficticio), de 42 años, residente en El Almirante. Impulsada porque “en la calle no hay trabajo” diseñó un laboratorio de drogas en su casa. Por más de un año mantuvo su lucrativa “empresa” que la beneficiaba con más RD$100 mil pesos mensuales, hasta que un día las autoridades la apresaron con más de un kilo de cocaína y 700 miligramos de masucamba.
Fue condenada a cinco años de prisión y lleva unos y once meses en la cárcel de Najayo-Mujeres; ahora ni siquiera puede ayudar a sus familiares que eran la razón de su trabajo. Cuenta que en sus días “manejando” estupefacientes fueron muchos los jóvenes que vio comprarlos, consumirlos y distribuirlos.
“Hay que trabajar y ponerse a estudiar porque en verdad en la droga no hay nada, lo que hay es mucha pérdida, cuando una sale de la cárcel está vieja, vuelta una etcétera, la juventud debe tratar de echar hacia adelante que no consuman droga ni la vendan”, exhortó con aparente sinceridad.
Mi grave error fue decir que sí, y que me hicieran esa prueba, hay que aprender a decir que no”.
Leidy Ramírez
Condenada
La suave brisa que por momentos irrumpe en la cárcel de Najayo-Mujeres, San Cristóbal, “chocaba” la cara de la interna Leidy Ramírez, pero no era suficiente para ayudarla a secar sus lágrimas, mientras contaba la razón que la llevó a tragar 76 bolsitas de cocaína. Estaba consciente de que era un delito y que podía perder la vida; entonces, ¿por qué esta joven de 28 años optó por violar la ley?
“Mira, muchas de estas cosas se hacen más por orgullo que por dinero, porque yo estoy convencida de que si hubiera solicitado la ayuda de mi padre, no estuviera en este problema”, confiesa Ramírez, quien vivió desde pequeña en España, y tras terminar sus estudios secundarios se preparaba para empezar su primer cuatrimestre de medicina.
Ella es una de las 101 mujeres que están recluidas en la cárcel de Najayo por violar la Ley 50-88, sobre drogas y sustancias controladas. En ese penal hay un total de 305 reclusas, la mayoría por tráfico de drogas. El segundo delito más frecuente es el homicidio, por cuya causa hay 100 mujeres tras las rejas, una menos que por droga.
Visualizándose en el tiempo, la joven, oriunda de Villa Altagracia, pensó que a sus 28 años tendría una familia, estaría tranquila y concentrada en sus estudios, pero jamás cumpliendo una condena de cinco años de reclusión.
“Tú sabes que estudiar allí en España es muy duro, y si no tienes estabilidad económica es muy complicado y más estudiar medicina, entonces la propuesta vino por ahí”, indicó. Los 10 mil euros que le ofrecieron por el trabajo, dice, eran para estudiar y continuar su proyección.
Ante la pregunta de quién le hizo la propuesta y qué pensó en ese momento, responde: “Que cómo yo iba hacer eso, y él me dijo pues vamos a hacer una prueba, yo le dije bueno venga. Fue un amigo de un amigo mío que conocí en un bar quien me lo propuso, no llevábamos ni seis meses tratándonos”, responde. Tras aceptar el reto le dieron a tragar unos trocitos de zanahoria. “Yo me los trague, y me dijeron que sí, que yo valía para eso”, agregó.
No vivía mal
Ramírez dijo pertenecer a una familia de clase media, que llegó a España por reagrupación familiar, aunque en el momento de tomar la decisión de llevar droga a España, su padre no se encontraba en el país, pero tiene alrededor de 25 años viviendo allá. “Yo no puedo decir que vivíamos mal, fui yo que me quise independizar un poco”, aclara. Además de las bolsas en el estómago llevaba seis en la vagina, para un total de 82.
El pacto se realizó en España, viajó a República Dominicana y luego de un mes de haber llegado, “la persona” que le entregaría las sustancias la contactó. “En el momento en que me tragué la primera bolsita dije: ¡oh Dios mío ya me voy a morir! Ya de esta no salgo, ¿qué he hecho?, pero había que seguir porque como comprenderás, a uno no lo ponen solo a eso, yo estaba con una persona armada al lado. Uno piensa en las probabilidades, si les digo que continúo salgo bien y si les digo que no, ¿qué puede hacer esa persona armada?”, se pregunta. Aunque le querían pagar por adelantado, ella prefirió que no, porque los gastaría.
Ese 2 de diciembre de 2010, cuando las autoridades la apresaron lo primero que pensó fue: “hay Dios mío, se me derrumbo el mundo”. El recuerdo la hace derramarse en llanto, se detiene, se seca las lágrimas con una servilleta de la cafetería y continúa diciendo: “Es muy duro de verdad. Si no hubiese sido por mi familia yo no sé cómo hubiese sido mi vida aquí, mi padre ha estado ahí conmigo, no me ha desamparado”.
Lo peor para ella fue el momento en que le informaron que llamarían a su familia. “Yo tenía mucho miedo, pedí que no llamen a mi familia porque me iban a matar, imagínate”.
En sus dos años y cinco meses de pena cumplida ha tratado de sacarle provecho a la prisión haciendo todo los cursos que le ofrecen. Aunque en el penal hay facilidades para estudiar, no se dieron las condiciones para que pudiera obtener sus papeles, por lo que tuvo que repetir el cuarto de la secundaria. Dice tener su diploma y que ingresará a la universidad.
“Cometí un error, pero hay que levantarse, hay que echar para adelante, hay que seguir”, reflexiona. Lamenta haberse perdido eventos importantes como la boda de su hermana.
En completa calma pero con seguridad exhorta a los jóvenes a que aprendan a decir que no, a evaluar qué es lo positivo, qué es lo negativo, a tomar una buena decisión, porque actualmente la juventud quiere lanzarse a todo y no sabe decir que no. “Mi grave error fue aceptar, y que me hicieran esa prueba; hay que aprender a decir que no, y nos podremos zafar de malas experiencias”, dice con firmeza.
Ganaba RD$100 mil mensualmente
Otro caso lamentable es el de María Hernández (nombre ficticio), de 42 años, residente en El Almirante. Impulsada porque “en la calle no hay trabajo” diseñó un laboratorio de drogas en su casa. Por más de un año mantuvo su lucrativa “empresa” que la beneficiaba con más RD$100 mil pesos mensuales, hasta que un día las autoridades la apresaron con más de un kilo de cocaína y 700 miligramos de masucamba.
Fue condenada a cinco años de prisión y lleva unos y once meses en la cárcel de Najayo-Mujeres; ahora ni siquiera puede ayudar a sus familiares que eran la razón de su trabajo. Cuenta que en sus días “manejando” estupefacientes fueron muchos los jóvenes que vio comprarlos, consumirlos y distribuirlos.
“Hay que trabajar y ponerse a estudiar porque en verdad en la droga no hay nada, lo que hay es mucha pérdida, cuando una sale de la cárcel está vieja, vuelta una etcétera, la juventud debe tratar de echar hacia adelante que no consuman droga ni la vendan”, exhortó con aparente sinceridad.
Mi grave error fue decir que sí, y que me hicieran esa prueba, hay que aprender a decir que no”.
Leidy Ramírez
Condenada
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