A mediados de septiembre, la capacidad de asombro de la población volvió a ponerse a prueba desde el emblemático Faro a Colón, donde hurtaron un arcabuz del siglo dieciséis, valorado en RD$30 millones. Al principio se dijo que un grupo de personas participó en la extracción de la pieza histórica. Pero la Policía terminó recuperándola en una de las aceras de la autopista Las Américas, después de que un hombre identificado como Freddy Vicioso la dejara abandonada durante un proceso de persecución.
Tamaña sorpresa se encontró la población del Distrito Nacional en agosto del 2007, al ver que un día la estatua de bronce del general Máximo Gómez, banilejo que lideró las luchas independentistas de Cuba, amaneció sin una de sus partes. Por tercera ocasión, algún “desaprensivo” (sinvergüenza) se alzó con el machete del guerrero internacionalista, a fin de venderlo en el mercado local.
Durante el transcurso del 2010, la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), la Dirección General de Aduanas (DGA) y las empresas telefónicas tuvieron que ponerse a una para enfrentar a las bandas que estaban desmantelando el alambrado eléctrico y de comunicaciones en diferentes ciudades del país. Los ladrones de alambre anualmente provocaban pérdidas de más de RD$200 millones a las distribuidoras de electricidad, según la CDEEE, pero también los robos afectan a las empresas telefónicas. En septiembre del 2008, la estatua de Neptuno desapareció de las costas de Puerto Plata. Semanas después las autoridades encontraron la obra de bronce cercenada y lista para ser vendida.
La imagen del general Gregorio Luperón, máximo dirigente de la Guerra de Restauración, la “ultrajaron” a principios de año en la Plaza Independencia de Puerto Plata, su ciudad natal. Personas no identificadas se encargaron de quitarle la placa metálica de identificación, así como las letras de bronce de las palabras “sacramentales” establecidas en el Juramento Trinitario: Dios, Patria y Libertad.
Lo de las alcantarillas de Santo Domingo es una historia que no se acaba. Peatones y vehículos caen continuamente en ellas porque las tapas de hierro que les coloca el Ayuntamiento o la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) van a parar al mercado ilegal de metales. El problema se ha denunciado cientos de veces, pero parece que el sigilo delictivo escapa a la capacidad de persecución de las autoridades.